A vueltas con el teletrabajo

Parece que la extensión del teletrabajo es un hecho; está entre esos cambios que han provocado o acelerado la pandemia y la nueva (a)normalidad. Y no solo a nivel de Administraciones Públicas, sino en distintas empresas. Me lo comentaba este fin de semana un conocido; en su empresa han divido a la plantilla en dos a partir de septiembre, así que una semana de cada dos trabajarán desde casa e incluso en la semana de trabajo presencial no todos los días lo harán físicamente en la oficina. Así que le he dado alguna vuelta más al asunto, aunque en una línea similar me doy cuenta de que no es tan novedoso por aquí, que sobre desconectar (y de desconectar la cabeza) ya escribía en 2014: De movilidad, conexiones y desconexiones

Curiosamente, leía ayer mismo al pater aprendiz y quinto del 64 Julen escribir sobre su experiencia tras 17 años teletrabajando, si bien creo que en su caso conviene incidir en que fue una elección personal y que hay que considerar sus características y contexto, como esas trabaciones o travaciones de las que suele disfrutar, en el que la letra b o v tiene su aquél, por aquello de qué aspecto tiene mayor peso, según me contó y escribió hace tiempo.


Soy de quienes han teletrabajado en estos tiempos,sí. Era algo que venía pensando que podía hacer hace tiempo, al menos en parte de mi jornada, por lo que tampoco me ha resultado tan extraño. Creo tener cierta madurez digital, indispensable para poder hacerlo con un mínimo de garantías; de equipamiento, sin ser puntero (sí, que no soy tan friki como pueda parecer) tampoco estaba tan mal. Buena parte de mis tareas actuales es posible realizarlas de esa manera y el contexto familiar me favorece al no tener cargas ni por abajo ni por arriba. Vamos, que en principio reunía condiciones. Pero en la práctica me he dado cuenta que hay algunos límites y debilidades, como mantener la autodisciplina, respetar horarios... Y sí. Soy de quienes se visten, y no solo cuidan la parte superior del atuendo pensando en las reuniones telemáticas. En todo caso, lo de las condiciones, quién debe encargarse de qué, será un tema a discutir sin duda.

Otro límite: la cultura de trabajo, de las organizaciones. Y es que cuando la forma de control se basa en el reloj, en el control horario, resulta un salto cualitativo importante pasar a pensar en qué haces, en cuánto tiempo... relacionado, de algún modo, con los límites que decía antes. Cuando la tarea, además, en vez de ser más mecànica es más de tipo creativo entiendo que se "complica" el control jerárquico. No entro si hablamos de autocontrol. O de las reticiencias de quienes tienen cargos de responsabilidad jerárquica.

Me resultan curiosas las quejas de la hostelería por el teletrabajo (Los hosteleros piden acabar con el teletrabajo, titulaban en Expansión; pero hoy me lo repetía un hostelero conocido). Intuyo que subyace otra cultura (el cafecito, el pincho, la comida fuera de casa en restaurante...) que tal vez vaya más con otras variables que con el modo de trabajo presencial o no. Vamos, que si en el centro de trabajo hay máquina de café y no se permite la salida tampoco creo que los empleados vayan al bar de la esquina, o si la costumbre de llevar tupper se extiende y si se crean espacios para comer en los centros de trabajo el problema será parecido. ¿Malos tiempos para la "vieja hostelería"?

Otro aspecto que me ha llamado la atención es una doble opción que he visto planteada en la prensa relacionada con la deslocalización del trabajo y que se pueda responder desde cualquier lugar; por ejemplo, ¿Debería España atraer a extranjeros que teletrabajen desde aquí? "Es una oportunidad tremenda" leía en ElDiario.es. En resumen: ¿llevar el trabajo a lugares donde haya menos derechos laborales y peores condiciones o atraer a personas a teletrabajar? Me temo que, una vez más, la internacionalización, la deslocalización lleve a perder a las y los de siempre. Que ya han surgido también claras amenazas (aviso a navegantes leído en El Confidencial).

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