Conociendo a Rosa Ribas

Tenía esta entrada pendiente desde que visitó Rosa Ribas el Botxo; así, tuve la oportunidad de conocerla un poco más allá de sus libros y de las conversaciones en Red, porque no todo es ciberespacio. Y es que Rosa tiene su etiqueta en este txoko virtual, e incluso recomiendo sus libros por ahí, como para eLiburutegia o para Campamento de Lectura.

Reconozco que disfruté en la presentación de su último libro en la biblioteca de Bidebarrieta y, cómo no podía ser de otro modo, en ese café compartido al día siguiente. Ah, y con esos libros que ya tienen su dedicatoria.



De la primera vez que la oí en presencial en Bidebarrieta, me llamó la atención su voz, agradable, y que pronuncia las "ll". Se veía que estaba cómoda con la periodista Idoia Jauregi y que ésta algo había leído de la biografía de la escritora catalana. Algunos detalles con los que me quedé:

  • Le gusta el ruido (bueno, todos no; además, algo acaba de escribir sobre la gente que grita) y tiene costumbre de escribir en cafés; trabaja allí concentrada (y en modo analógico, añado).
  • Le encanta escuchar trozos de conversación en la calle.
  • Su educación fue ecléctica, dado que pasó por muchos colegios: era la mayor y sus padres iban probando. Se adapta rápido y no suele tener dificultad en hacer amigos.
  • Vive desde 1991 en Alemania; en 2008 dejó la enseñanza y la carrera académica para dedicarse por completo a la literatura (y es que también fue profesora de español, uno de sus temas era la corrección de errores y, tal vez no sepas que publicamos en 2014 un artículo suyo en la revista Hizpide).
De lo que dijo Rosa, apunté que:
  • La mirada del traductor es la mayor ayuda que hay (alguna traductora se dio cuenta de algún error importante incluso).
  • No hay nada más negro que la familia.
  • Le molesta la idealización de lo humilde y lo sencillo por parte de quien está al margen de esa realidad.
Por cierto: pude comprobar que lo de los lapiceros que usa y guarda cuando están gastados no es una leyenda urbana: el asilo para los lapiceros retirados.

De su última novela, "Un asunto demasiado familiar", ya hay bastantes críticas y reseñas; poco más que añadir a los elogios. Un par de cositas: el inicio realmente engancha, es atractivo; se nota el cuidado en la redacción y el tono, en cierta forma, me ha parecido una especie de vuelta al de "La detective miope".



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