Música y emoción / Musika eta zirrara

Allá por el siglo pasado, y siguiendo lo que hacían algunos compañeros de clase, pedí a mis padres que me apuntaran en clase de solfeo. Creo que al final fui el único chico que acabé de los que empezamos (o casi el único porque alguno ha llegado a ser músico profesional). Lo de solfeo, al margen de las bondades que hace poco leí que tiene su aprendizaje, me parecía un tanto mecánico, pese a "aguntar" hasta el final, que bien sabes que soy "un poco" cabezón (y alguien añadiría que raro)..

Recuerdo, por ejemplo, aquella "Teoría de la Música" que había que aprender de memoria, y que empezaba por un "música es el arte que se expresa combinando el sonido y ritmo". Sin embargo, le faltaba el punto de emoción. Emoción que, supongo, empecé a sentir cuando me gustaron las clases de canto coral, que había que recibir de manera obligatoria en los cursos superiores de solfeo, puesto que había un examen previo. Pinitos en el mundo coral que hicieron que acabara pidiendo a mis padres (una vez más, cómo son los hijos) que quería empezar a cantar en un coro cuando tenía unos 16 años. Así, llegamos a hablar con Andoni Arregi y acabé en Jatorki Abesbatza, tal y como te conté hace años.

Ensayar suele ser hasta pesado y tedioso, camino y peaje necesario para poder llegar a presentar una obra en público. Ensayar en grupo no es sencillo, como no es sencillo el trabajar de forma cooperativa y colaborativa. Recuerdo que Andoni nos hablaba de la "ratería de coro" (vale, llámalo experiencia si quieres), porque un buen coro, creo yo, es más que una suma de individualidades (vale, llámalo sinergia si quieres).

Sin embargo tiene su recompensa. Reconozco que el pasado sábado sentí momentos de emoción, a pesar del cansancio que llevaba a cuestas. El entorno es parte de mi pasado, es como volver a casa de alguna manera; el motivo y la base del concierto, 80 aniversario de Eresoinka, tiene su parte emotiva (vale, no sé si alguien se dio cuenta de que me costó cantar "Agur Jaunak" pensando en lo que pudieron sentir hace 80 años los y las componentes de la agrupación original); volver a sentirte parte de la familia Jatorki; participar en el Memorial Agiña, homenaje  anual a alguien de quien tanto aprendiste; compartir un último concierto con alguien que se retira del canto en activo; sentir la cercanía y la complicidad de algunas personas...

Y algo dentro de mí me dijo que es hora de volver. No sé con qué grado de compromiso, pero volver a compartir tiempos y canciones. Y quizá así también dar la razón a Andoni (posiblemente llegó a conocerme bien), quien nunca me dejó devolver el uniforme, porque dijo que algún día volvería a cantar en Jatorki.


Solfeoa ikasten hasi nintzenean "Teoria de la música" delakoarekin egin nuen topo. Gogoan dut hasieran musikaren definizioa buruz ikasi behar izan genuela, eta oraindik ez dut ahaztu. Baina sentimendua eta zirrara falta zitzaion, definizioari; ikasketei ere bai, bukatu nuen arren. Agian, kantu koralak horretara hurbildu ninduen eta hala, Jatorkin hasi nintzen 16 urte inguru nituelarik.

Berriro nabaritu nuen, arrazoi desberdinengatik, sentimendua eta zirrara joan den larunbateko kontzertuan. Eta, itzultzeko ordua iritsi dela esan zidan bihotzak. Ez dakit zein konpromiso-mailarekin, baina noizbehinkako lankidetza areagotuta. Halaxe sumatzen omen zuen Andoni Arregik, itzuliko nintzelakoan ez baitzidan arropa bueltatzen utzi.



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