¿Fidelizar? Tal vez, una cuestión de valores

Lo dijo muy claramente hace unos días José Antonio del Moral en un tuit, y no es una inocentada


Y es que lo normal es ver campañas para conseguir nuevos clientes. Por ejemplo, bancos y cajas de ahorro para domiciliar nuevas nóminas u obtener depósitos --que, salvo que sea dinero negro o guardado en el colchón, ya me dirás de dónde puede venir--. Y qué decir de las compañías telefónicas. O las de gas y electricidad. Aunque, en muchos casos, haya letra pequeña, muy pequeña incluso.

En estas ocasiones, me suelo preguntar que sucede con los que ya son, ya somos clientes. Salvo que estemos atados por alguna de las cláusulas que dejaba entrever en el párrafo anterior, ¿qué pasa? ¿se da por hecho que estaremos "de por vida", como sucedía algún tiempo? ¿O entramos en un juego, en el que somos meras piezas de un gran puzzle (o puzzles) que otros van intercambiando para construirlo(s) a su manera? ¿Y/o bien es que dentro de la escala social de los valores está el mercadeo y el regateo  por encima de la fidelidad? Porque, algo me quedó claro hace mucho tiempo --y por el ejemplo lo podemos situar-- "nadie da duros a cuatro pesetas".

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