Más que bachata y ron
ni dar la nota...
porque una corta visita turística no da para conocer a fondo un país, claro.
Debo reconocer que mis referencias sobre la República Dominicana eran escasas; los recuerdos musicales, que suelen ser importantes en mi caso, se limitaban a Juan Luis Guerra. Y entre literatura y política, tenía a Jesús Galíndez y la novela escrita sobre él por Vázquez Montalbán, premio nacional de literatura en 1991 (anda, he encontrado una crítica escrita por Guillermo Gómez, @cometa23) así como La fiesta del chivo, leído en una baja larga que tuve hace un tiempo.
La visita da para constatar que también en este territorio hay ricos y muy ricos, pobres y muy pobres. Que más que conducir, se esquiva. Que las distintas colonizaciones dejan poso, de diverso estilo. Que no sé hasta qué punto el turismo es volátil o sostenible. O conocer que además de ron se bebe mamajuana.
También para sorpresas. Como que haya muchas pequeñas escuelas públicas de enseñanza primaria, con tres turnos (mañana, tarde y noche) a las que niños y niñas acuden uniformados (de camisa azul y falda o pantalón beige).
O que un guía turístico local, no solo sea políglota, después de haber vivido en Austria, sino que además trate de abrirse camino en el mundo de la canción.
Tuve una temporada de casi obsesión con este país y con su historia más reciente. Encadené tres lecturas seguidas sobre la dictadura de Trujillo (La fiesta del chivo, Galíndez y La maravillosa vida breve de Óscar Wao) y me quedé enganchado. El siguiente paso es cruzar el charco y conocerlo :)
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