Procesiones

 Nunca he sido muy de procesiones en Semana Santa. Igual tienen que ver con que de pequeño me asustaban los cofrades con sus capirotes solo de verlos; ni te cuento con la música de trompetas y tambores. Aún así, si cuadra, suelo verlas... más tranquilo ahora. Por ejemplo, la procesión del borriquito el pasado domingo en el Botxo (vídeo en Deia). También recuerdo alguna por Andalucía (Cádiz capital, Vejer de la Frontera...).

El otro día me sorprendieron los niños y niñas que procesionaban. Parece que cantera sí que hay, como lo confirmó el artículo en Deia: Brotes verdes en las cofradías de Bilbao. 

En todo caso, en la línea que llevo por aquí desde hace bastantes años, te contaré un par de detalles. Nunca me había fijado, pero tiene su lógica 😂, que los (y las) cofrades que tocan instrumento de viento tienen un tercer agujero en el capirote: los ojos y la boca. Otro: me suele divertir mirar a los pies de quienes procesionan con la capucha puesta e intentar adivinar cómo serán (edad, género...) según los zapatos (o si no los llevan). Vale, será cuestión de estereotipos, pero el calzado, en general, creo que habla de nuestra personalidad.

Procesión del Borriquito
Fernando Jiménez en Flickr

Contaba antes que también he visto, en años pasados, procesiones y actos de Semana Santa en distintos lugares de la Península. Así, recuerdo la sorpresa que me supuso ver el carrito de las golosinas vendiendo por la calle siguiendo el recorrido de la procesión antes de que llegasen los pasos en Cádiz, las filigranas para pasar con los pasos cuando son calles o lugares estrechos, los lugares de asiento de pago en las calles, o aquel Viernes Santo en Vejer cuando Eneko preguntó por aquel del gorro raro (era un guardia civil con tricornio) o que después de decirles a los hijos que ese día la procesión iría en silencio según consiguieron sacar de la iglesia el paso (ignoro cómo conseguimos colarnos en el edificio, pero fue sin querer, de verdad) la banda de música arrancó con el himno de España.

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