Patxi Andión, El maestro
Suele pasar que cuando uno se muere empiezan a surgir los comentarios elogiosos y aumenta por un tiempo la presencia pública y el reconocimiento. No sé si éste será uno de los casos o si Patxi Andión ya los había ido recogiendo en vida (creo que había algún homenaje en camino, un libro por ejemplo). Pero cierto es que hay un montón de obituarios y artículos tras su fallecimiento en accidente esta semana, como en Deia (El cantautor de voz grave y reivindicativa) o en DiarioFolk, por citar un medio generalista y otro más especializado. Cabe destacar a mi juicio lo escrito por Rodolfo Serrano en el País (hay que darse de alta para leerlo, me temo): La dignidad de los derrotados.
Tengo de siempre un recuerdo de este cantautor de primera generación según Canción con todos. Su peculiar voz ronca, su conocido tema Una, dos y tres, su Amor primero interpretado con Mocedades (y que he leído que emocionaba a Luis Ramiro; Luis debía estar enamorado con 7 años de una de su clase y le pedía a su padre que pusiese la canción). Incluso sus temas en euskera o sus interpretaciones de Iparragirre (un último Kitarra zahartxo bat de 2014, por ejemplo) aunque reconozco que no lo he seguido demasiado y no conozco todavía su último trabajo, La hora lobicán. Pero, en todo caso, yo sigo pensando, no sé si por deformación profesional, en El maestro (la versión que te traigo está grabada en vivo en Portugal en 2008), aunque él mismo escribiese 33 versos a mi muerte.
Un maestro que seguramente, como leí en El diario de la educación que decía Giroux, sería una amenaza porque enseñaba a hacer preguntas. O era como aquel maestro de La lengua de las mariposas (aunque yo más que la película recuerdo los relatos de Manuel Rivas). O tantas maestras y maestros...
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