La buena educación y el conocimiento del mundo

Hace no mucho escribí por aquí sobre la "buena" educación. Según publiqué la entrada recordé una situación que viví como enseñante, una anécdora de cuando daba clases de euskera a personas adultas a diario. 

Aquel curso tenía un alumno digamos que un poco especial. Vale, todos somos un poco especiales, pero aquel en concreto tenía "su puntillo". Te pongo un ejemplo. Cuando le decía que sus redacciones eran difíciles de entender, me respondía que el problema era la falta de cultura de los y las docentes, por lo menos mía y de mis compañeros. Dicho de otra manera, a su juicio sus redacciones eran buenas y teníamos un problema de nivel cultural (o de conocimiento del mundo, vete tú a saber) para entenderlas.

Un día, según habíamos vuelto del rato de descanso y retomábamos la actividad, sacó un plátano, lo peló y empezó a comerlo. Puedes imaginarte mi mosqueo. Le indiqué que era una falta de respeto hacia mí y hacia el resto de colegas aprendientes, pero el lo negó y me mostró su desacuerdo: lo que para mí era una falta de respeto, para él era responder a una necesidad fisiológica. 

enmanuel m en Flickr

No recuerdo, sin embargo, cómo acabó la situación. Supongo que el resto de compañeras y compañeros estarían asombrados, y, según la cultura de cada cual, a favor de una u otra postura; en definitiva, de qué se entiende como "buena" educación. Tengamos en cuenta que al tratar de la enseñanza y aprendizaje de lenguas se habla del conocimiento del mundo y de choque cultural. Por ejemplo, en el diccionario de términos clave de ELE del Instituto Cervantes se menciona en la entrada referida al conocimiento del mundo
el conocimiento del mundo compartido por una cultura no tiene por qué coincidir con el de otra. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los distintos comportamientos que en culturas distintas supone ir invitado a comer a una casa
Y es que, entre otras cuestiones, ¿nunca has oído que se considera diferente el hecho de eructar en público? 

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