¡Ay los tests y lo objetivo!

Había una vez un niño. 

Vaya, qué poco original con lo poco que escribo en este txoko en esta última temporada. Si hasta ya lo cantaba Silvio, que siempre que se hace una historia, se habla de un viejo, de un niño o de sí. Vuelta a empezar, porque me temo que esta es una historia común.

Érase una vez un niño al que le gustaba el fútbol.

Esto va de mal en peor; en nuestro entorno, es casi una perogrullada. Y qué tendrá que ver con el título, igual te preguntas. Bueno, a ver si a la tercera va la vencida.

Conozco a un niño al que le gustaba el fútbol; tanto, que no solo jugaba y le gustaba ver partidos, sino que llegó a decir a sus padres que quería ser árbitro. De modo que se apuntó al cursillo correspondiente en el Colegio Oficial; se fue aprendiendo las reglas, acabó esa primera parte de preparación  y se presentó al examen correspondiente. Cuando fue a conocer su nota, uno de los responsables le fue haciendo preguntas sobre las normas, y el chaval fue respondiendo a todas de manera correcta, mostrando un más que aceptable conocimiento teórico del reglamento. Lo curioso es que el examen lo había pasado justo justo. Quizá, se me ocurre, porque era un examen de tipo test, y era la primera prueba de ese tipo que hacía en su vida.

Kim Brookes en Flickr, con licencia CC
Me ha venido a la cabeza esa anécdota (real, por cierto) cuando he leído (en ElDiario.es, por ejemplo) el tipo de prueba que se plantea para esas nuevas reválidas. Y, claro, cambiar el modelo de examen (más si es de este tipo) es una forma de condicionar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Porque si al final de una etapa educativa la vara de medir va a ser "tan objetiva" como los puntos obtenidos en una prueba tipo test... (ahora me acuerdo de una imagen que conocí por vía de Miguel Ángel Santos Guerra, recogida en el blog enseñanza-aprendizaje)

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