Fin de año en la Catedral
Ando pensando sobre las tradiciones (hay un post en el horno) y me doy cuenta de que hemos vivido el último partido de 2012 en San Mamés, que seguimos quemando etapas y acumulando despedidas en el y del viejo campo. Pero con pena y sin gloria, una vez más, e incluso percibo en el ambiente zurigorri una especie de decepción, de resignación, de no entender lo que pasa cuando debía ser una temporada de disfrutar.
Claro que hay tradiciones, o malos augurios mejor dicho, que parecen cumplirse, como el del viento sur. Crónica anunciada de mal partido que se suele cumplir. Pero otras tradiciones, o nostalgias mejor dicho, brillan por su ausencia, como el ataque que levanta al público, de un equipo que transmite, cambiado por un tocar y retocar el balón sin profundidad aunque vayamos perdiendo (al final tendré que dar la razón a quién decía el mal que ha hecho Guardiola al fútbol, jeje; reconozco que el fútbol "gaseosa" no me llega y todos los equipos no son el Barça)
Y es que por no levantarse no vi ni levantarse a Marcelo Antonio, quizá aturdido o temeroso tras un golpe que se dio con la cabeza contra el techo del banquillo al comenzar al segundo tiempo, y mira que empezó simpático, como acostumbra y parece ser tradición, saludando a los niños y niñas que habían posado en la foto.
Incluso nostalgias de cánticos, que ya dice mi colega Iñaki Fernández de Gamboa que tenemos que escribir un libro de estilo sobre ello. Tendré que darle la razón y ponernos a ello, porque nunca he entendido que para animar al equipo propio haya que insultar, a diestro y a siniestro, o se griten consignas que no vienen a cuento en el fútbol. Y de eso hubo bastante ayer, incluso más de lo habitual, que ya es decir.
Y ya, en lo que parecía el mundo al revés de los lobitos buenos a los que asustaban los corderos, la afición visitante que jalea y vitorea a un jugador que viste, bueno, se pone la camiseta del Athletic y que es pitado por la afición local (¿no se decía que el público de la Catedral es entendido, o acaso es también nostalgia?) E incluso, tradición o nostalgia, que quienes entona la marcha triunfal de Aida resulta que son los de Zaragoza.
Otros hechos habituales sí que se repitieron, como la bronca con los ultras que desvían la atención de lo que pasa en el verde, que hagamos tan buenos a los contrarios que me llegara a parecer que Movilla pueda ir a la selección, y no precisamente a la de veteranos o a la de fútbol indoor, o que siga pensando que el trencilla hijo de la señora Lahoz está sobrevalorado, porque nunca sabes si te va a pitar la falta, te va a amonestar o si la va a considerar de la categoría del "sigan, sigan" (una vez más en desacuerdo con Urizar)
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