Motivaciones en política
Reflexión que viene cociéndose en el horno blogero, pero que sale en un día de reflexión “oficial”.
A veces uno se pregunta por qué entra la gente en política, como cuando lee referencias a un vídeo que ha hecho (o, mejor dicho, le hicieron a) Alberto Núñez Feijoo. Leer digo, porque no lo he visto entero, pero, de algún modo, me he visto reflejado en lo del paro en la familia, comenzar a trabajar en la Administración... pero yo no di el salto al mundo de la politica.
Pienso que puede haber haber para ello una motivación intrínseca (mejorar la vida de las otras personas, pensando que mi modelo es el más adecuado, el que más soluciones y mejores propone…) y/o una extrínseca (lo que voy a cobrar, asegurar las alubias, las prebendas, las puertas giratorias...).
Y con los sueldos, tras unas elecciones suele venir un tiempo de cambios, al alza por lo general y con bastante grado de consenso. Hay discusiones, como con esta opinión de Iker Merodio tras la decisión del alcalde de Abadiño, y que coincide con la de algún amigo mío: deberían ganar mucho más las personas que están en política. Claro que ¿con quién comparamos? ¿en qué escala deberían ir? No sé, ¿en escala de política (presidente del gobierno del Estado, ministro, presidente de comunidad autónoma, presidencia del parlamento, de la provincia o Territorio Histórico, de las juntas, alcalde, miembros de ejecutivo, concejal...), de empresa privada, de empresas punteras de esas del IBEX…? Puestos a comparar: ¿quién debería cobrar más, el alcalde de Bilbao o el capitán del Athletic, que, al fin y al cabo, es, ni más ni menos, un futbolista?
Igual resulta que las comparaciones son odiosas.
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