Formalizando lo informal

En estas semanas se viene hablando de los nuevos cursos prematrimoniales, o itinerario de formación y acompañamiento, que pretende instaurar por estos lares la iglesia católica (noticia en El País, por ejemplo). Asimismo, he leído que por Dinamarca estaban pensando organizar cursos online para antes de divorciarse (ver la noticia en uppers.es).
No me voy a parar en los contenidos o la metodología de estas propuestas formativas, entre otras razones, porque no he tenido tiempo u ocasión o ganas de examinarlos en profundidad. Tampoco en el modelo de evaluación, ya sea de los participantes o de los resultados (que luego no es tan difícil hacer trampas al solitario o utilizar las gafas que se quieran; por ejemplo, si se casan menos personas seguro  que se divorcian menos). Sin embargo, me parece significativo el punto de vista.


Y es que en ese continuum entre educación formal e informal (referencia en Wikipedia, por no alargar demasiado, que yo recuerdo de mis tiempos de licenciatura que los conceptos se debían a Coombs), parece que se apuesta por formalizar (aún más) procesos que se daban de manera informal, a través de la experiencia vital de cada persona.

Así, parece que la idea es que alguien debe prever, pensar y programar lo que tenemos que aprender, tanto para casarnos (en un caso) o para divorciarnos (en el otro) con éxito. Claro que alguien también puede estar tentado a buscar nuevos nichos de negocio con este tipo de propuestas formativas.

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