¡Silencio en el aula!

Me encontré con un post que se refería a consejos para que los alumnos guardaran silencio en clase. Ya entonces apuntaba en Twitter algunas de las preguntas que repetiré hoy, aderezadas con algunas anécdotas.

No me parece que debe obviarse el principio del texto de la entrada referenciada:
Una de las tareas más complicadas para un docente es lograr que los alumnos no se distraigan y permanezcan en silencio durante las clases.
De modo que me parece que estamos tratando de gestión del aula... y de disciplina. Entre los consejos había algunos que podríamos decir curiosos, como el de apagar de repente la luz (no sé, espero que no lo considere alguno invertir la clase, aunque al menos sí que se cambie la luz y la oscuridad respecto a lo habitual) y el del contador y los premios (espero que no lo dejen como ejemplo de gamificación). También me ha llamado la atención que se haga referencia a un blog (o así, puesto que más bien recoge un documento), de hace unos cuantos años. Claro que "puestos a innovar", podíamos echar un vistazo a la aplicación que han presentado hace poco en "En la nube TIC": TooNoisy.

Así que, como hacen de manera habitual las angelicales criaturas (o esos locos bajitos), iré con algún "por qué" en busca de razones (más) profundas para ese silencio. Por ejemplo: 

  • ¿por qué no se callan alumnas y alumnos en el aula? 
O esta otra:

  • ¿por qué deben estar callados/as?
Silence, please.

Recuerdo una anécdota, real, sobre eso del silencio en clase. Contaba un profesor de educación primaria que tenía una alumna de las consideradas buenas, muy buena incluso, pero (¡ay estos peros!) que era un poco habladora. A la pregunta del por qué, respondió que hablaba con frecuencia con quien tuviera al lado. Al siguiente por qué, la respuesta fue que acababa antes las tareas que se asignaban a todos. O sea, que el problema no radicaba, al menos tan solo, en que hablara con quien tenía al lado. Además, y yendo a otro por qué, contaba la niña que si decía que había acabado una tarea antes la mandaban al rincón, no al de pensar, sino al del ordenador, opción que no le resultaba atractiva, porque (otro más) los programas y tareas que allí se proponían eran obsoletos y aburridos. Vamos, que se cumple en este caso eso de que no hay afirmación en educación que aguante cinco por qués.

También decía un compañero que era curioso que en clases de lengua con frecuencia el único que hablaba era el profesor. Y ésa ha sido una realidad extendida. 

En resumen, considero que hay que analizar cuándo debe haber silencio en el aula y cuándo no desde el planteamiento metodológico, más allá de la disciplina y el control. Incluso, con la diferencia correspondiente y debida a la edad del alumnado, no estaría mal explicitar las normas y momentos para hablar y para estar callado; algunos en EGB lo debimos aprender bastante bien, porque aún hoy día levantamos la mano para pedir la vez antes de hablar.

Más aún; ¿la cuestión es hablar cuando se debe hacer o nos requieren a ello, y callar cuando deba hacerse? Se lo contestaba a Mikel, porque, seguramente, tampoco el profesor estará cómodo si quiere que los alumnos hablen y no lo hacen. Algunos días, como dice la letra de un fado en euskera, el silencio también desafina.  O, como apuntó Francesc Llorens, "Que se lean el final del Tractatus, de Wittgenstein"

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