Serrat, esos locos bajitos

Quizá en busca de nuevas voces, nuevas referencias en la canción de autor, a veces pierdo un poco a quienes han sido precisamente eso, referencias, cuando los tiempos eran menos líquidos, no existía You Tube, la música te llegaba por vía de la radio, o los discos o cintas de cassette (más o menos piratas, parafraseando a Manuel Cuesta). Así que vuelvo a una de esas referencias a lo largo de los años en mi vida, como es Joan Manuel Serrat

No hace falta presentarlo ¿no? Quizás tampoco la canción. Pero, te puedo asegurar, que con el paso de los tiempos, la escuchas y la entiendes de diferente manera. Además, coincide que poco después de ver a Serrat en el concierto de la gira "El gusto es nuestro 20 años después", tuve la fortuna de conseguir una entrada para el concierto fin de gira de Ismael Serrano en Madrid. La presentación de su ya mítica "Papá cuéntame otra vez" me hizo volver a una reflexión similar; por cierto, Ismael ha sido un visitante habitual de este txoko, incluso uno de los primeros: la quinta entrada se refería a lo observadores que son los hijos y a ese tema. Acabo: el propio Ismael reflexionaba sobre esa canción y lo que supone allá por 2013, con una entrada titulada "hijo, cuéntame otra vez".

A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.

Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.

Niño, deja ya de joder con la pelota...

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós

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